Vagando
por las calles inhóspitas de mi inocencia,
me
crucé con mi niño interior intentando pasar desapercibido.
Dije
inconsciente '¿A dónde vas muchacho? No creo que ese sea el
camino'.
'Lo
siento, pero no hablo con desconocidos' susurró con sentencia.
Qué
de verdad afloraban sus palabras...
pues
aunque son los mismos ojos los que observan,
no
es la misma sinceridad en la mirada,
ni
las nubes que me daban envidia mientras planean,
se
paran a buscar formas dentro de nuestras almas.
No,
no somos los mismos que antes vivían enamorados,
ahora
nos enamoramos para que el dolor nos recuerde,
que
sí, que seguimos perdiendo ese fluido dorado,
que
se va con el baile de las agujas que parecen querer
tropezar
con la eternidad para seguir a nuestro lado.
Eterno,
en verdad lo único eterno en mi reflejo,
es
ese niño alegre intentando escapar de la deuda,
que
debemos pagar cuando de golpe crecemos
que
no es otra que volver nuestra sonrisa muda...
cuando
descubres, que la vida no es algo tan perfecto.